A raíz de la celebración, el pasado 14 de octubre de 2020, del II Seminario Internacional de los Archivos del Deporte, celebrado en modalidad telemática pero con sede en Girona, hemos pensado poner en valor una modalidad de documentación muy querida y popular entre los deportistas y aficionados a practicar deportes de montaña: los libros de registro de las cimas.

Para ilustrarnos sobre este tema nos hemos dirigido a Òscar Masó, hijo de Sabadell, ingeniero mecánico de profesión y amante de la montaña y escalador que ha viajado por todo el mundo para encontrar información sobre estos documentos tan especiales y que, por lo sorprendente, superan las pruebas de la climatología y las condiciones extremas de su vida útil y llegan a los archivos para su consulta y preservación.

Fruto de este periplo por archivos y montañas es el libro Libros de cima, editado en 2018 por Desnivel, donde Òscar, con la colaboración de su hermano Albert que comparte sus aficiones y la ha acompañado también en esta aventura , hace una compendio extenso y muy interesante sobre la historia, las modalidades, el tratamiento y conservación y la utilidad de los registros de cima.

Os ofrecemos una selección de las respuestas a una entrevista que Oscar ha tenido la gentileza de responder e ilustrar con fotografías de su archivo personal.

¡Dan ganas (cuando sea posible) de viajar!

La colección de libros de refugios de montaña del Museo Alpino de Courmayeur, en Italia

NUBILUM: Oscar, ¿qué son y para qué sirven los libros de registro de las cimas de las montañas?

Para entrar en contexto diré que, desde que se tiene conocimiento, la humanidad ha querido dejar menudo una huella indeleble de su paso por cumbres elevadas de las montañas. Con el afán de hacer constar la ascensión ha puesto todo tipo de cosas como hitos, banderas, estatuas, símbolos religiosos, construcciones, rótulos o grabados, pero unos de los objetos más difundidos y que han adquirido más valor son los libros de registro de las cimas, llamados libros de cima en castellano, logbook o summit registers en inglés, cahiers du sommet francés, libri di Vette en italiano y gipfelbuch en alemán. Estos se componen básicamente de un libro, libreta o pliego de hojas acompañados de un lápiz o bolígrafo para escribir, todo más o menos protegido de las inclemencias del tiempo con cajas o todo tipo de envoltorios.

En las páginas de estos registros la gente de montaña expresa sus opiniones, los datos de la ascensión o lo que se le ocurra. En tiempos pretéritos, la falta de comunicación venía sustituida por estos registros escritos las cumbres, ya que daban datos muy valiosos de las personas que lo habían visitado, cuándo y cómo alcanzaron la cima, y ​​cualquier otro dato de interés básico para los quien vendrían después. Estos mensajes empezaron a ser simples nombres o palabras grabadas en las rocas, luego pasaron a ser trozos de papel o tela dejados dentro de botellas o cajas de lata, que después se convirtieron en tarjetas de visita personalizadas. Finalmente, cuando ya fue posible disponer de material más sofisticado, acabaron siendo verdaderos libros o libretas acompañados de utensilios para escribir y protegidos con recipientes cada vez más resistentes y estancos. Hoy día, aparte de ser un espacio donde cada uno puede dar su opinión y desahogarse de gusto, estos registros también sirven para hacer estadísticas de ascensionistas, para reducir el impacto ambiental evitando que la gente escriba en los árboles, rocas o construcciones y hasta y todo para ayudar a los equipos de rescate a buscar desaparecidos, como en EEUU, donde bajan en helicóptero a las cumbres para consultar sus registros y comprobar si la persona que buscan hay escribió o no.

Una variante de estos registros son los registros de refugios de montaña, que pese a ser muy similares a los de cimas de montaña, suelen tener un estado de conservación y mantenimiento mucho mejor, por razones obvias.

¿Qué es un libro de registro de las cimas de las montañas?

 

Un libro, libreta o pliego de hojas acompañados de un lápiz o bolígrafo para escribir, todo más o menos protegido de las inclemencias del tiempo con cajas o todo tipo de envoltorios. En las páginas de estos registros la gente de montaña expresa sus opiniones, los datos de la ascensión o lo que se le ocurra.

Los libros de registro de las cimas tienen soportes muy frágiles y, en cambio, soportan condiciones muy adversas: humedades, cambios de temperatura. ¿Cómo se conservan, en la montaña? Y ¿en qué estado llegan a los archivos?

Efectivamente, estos delicados testigos de altura están expuestos a los agentes atmosféricos, que en la montaña se muestran con la máxima virulencia. Sólo hay que pensar que si un libro de registro queda fuera del recinto, está condenado a desintegrarse en poco tiempo bajo la lluvia, el viento, el frío y el calor. Los recipientes deberían proteger los papeles de estos peligros pero no suelen ser demasiado eficaces.

En todos los casos es necesario un mantenimiento, y no siempre los montañeros están preparados con material de reposición. No existe la solución perfecta. Las cajas metálicas, sobre todo las de zinc, a pesar de su robustez son un blanco fácil para los rayos, que las perfora y provoca la entrada de la humedad. Huelga decir que los recipientes de hierro o latón, que se oxidan sin remedio, tienen una duración relativamente corta. En este sentido, los de aluminio y sobre todo los de acero inoxidable son los más resistentes, aunque más caros.

También los tarros de cristal son una opción empleada a menudo por su resistencia a pesar de que, obviamente, son muy frágiles a los golpes y por otra parte acaban teniendo entradas de agua por los tapones, que generalmente son de lata y se oxidan rápidamente. Además, el vidrio puede provocar una combustión del registro, al focalizarse los rayos solares si el bote está desprotegido y expuesto a una insolación directa. Los recipientes de plástico, a pesar de su buena estanqueidad, tienen su talón de Aquiles en las temperaturas extremas o la simple radiación solar, fragilizándose y resquebrajándose por todas partes.

Las gomas para estancar tienen también una vida muy limitada. Otro dolor de cabeza para los plásticos son los roedores, que en la montaña media-baja abundan y utilizan estos recipientes para afilar a él sus dientes. De hecho, la fauna puede poner en peligro los envoltorios de los registros por el simple hecho de hacerlos salir de su escondite protector o caer de la cima. Esto sucede por ejemplo con los rapaces, los cuervos o las cabras salvajes, que con sus actividades en las cimas pueden provocar estos problemas sin darse cuenta. En Canadá un oso se llevó un bote porque olió con su finísimo olfato los restos de crema de cacahuete que habían quedado dentro, a pesar de ser hermético.

La misma especie humana es otro factor que pone en riesgo los libros de registro, en concreto de la mano de los muchos detractores que no dudan en hacer desaparecer, normalmente de forma anónima y por varios motivos. Destacan los ecologistas radicales, los iconoclastas, los coleccionistas de patrimonio ajeno o los defensores de un mundo exento de vanidad y egoísmo, entre otros.

El destino final de los registros de las cimas que no desaparecen obedece en general a dos posibilidades. Una es la de dejarlos pudrir en la cima, defendida por muchos montañeros y diferentes clubes de montaña alegando que de esta forma se encuentran a las alturas para siempre, que es el lugar en el que, según ellos, pertenecen. La otra postura es la de retirarlos cuando empiezan a deteriorarse y los escritos que contienen corren peligro de desaparecer. Esta última opción es seguramente la más extendida, sobre todo en los casos de registros mantenidos por clubes o sociedades con cierta infraestructura y que disponen de medios para poderlos conservar. EEUU es el lugar del planeta donde el debate de estas dos ideas ha sido más encarnizado y ha provocado más polémicas, como ha sucedido en el histórico Sierra Club de California o en el Colorado Mountain Club.

Desgraciadamente, los registros que se recuperan presentan en general muchos problemas derivados de haber pasado meses o años a la intemperie. Cuando llega la hora de recuperarlos, a menudo es demasiado tarde y hay partes que no se pueden recuperar. El efecto de la humedad y las temperaturas extremas deja el papel frágil, quebradizo y deformado. Los escritos a menudo se han borrado y los hongos proliferan. La yema de los recipientes se esparce por las páginas y oculta los textos. Las tintas utilizadas estremece o simplemente desaparecen por la acción de la humedad, y en un caso que viví en la aguja de las Heures de Sant Llorenç del Munt y l’Obac, los lepismas, ávidos de celulosa, habían devorado parte de una libreta histórica de los años 1950. Sin embargo, no faltan los casos insólitos de botes de registro encontrados intactos, a pesar de haber estado mucho tiempo arriba de una cumbre. Esto también lo he vivido, y ahora que estoy revisitando rocas con botes de registro de diapositivas puestos por un servidor y mi hermano Albert hace más de dos décadas, de vez en cuando encontramos algunos que parecen haber sido colocados en ese momento, de tan bien que se han conservado. Un caso similar llevado al extremo es el que vivió el pionero escalador Josep Mª Torras Homet en lo más alto de una roca de la región de los Ecos de Montserrat, 1957. Allí arriba encontró una tarjeta de visita bajo de una piedra, perfectamente conservada. Llevaba la firma del padre del alpinismo en Cataluña, Lluís Estasen, dejada 25 años atrás. La roca hoy día lleva su nombre.

Otras sorpresas son los libros centenarios encontrados en las últimas décadas en condiciones bastante aceptables a varios picos de los Pirineos, los Alpes o en las Rocosas de EEUU.

Enlaces de interés:

 

Próximamente publicaremos la segunda parte de la entrevista, una recopilación de los mejores archivos de libros de registro de cimas y refugios de montaña en el mundo.